Bajo el cielo sin estrellas de la ciudad, solo puedo
ver el rastro de las luces de la calle y el débil resplandor del cigarro.
Inspiro y espiro el humo de esta porquería, nunca había fumado, me parecía
absurdo tirarse de un segundo piso, lo mismo era para mí fumar, sobrevivir o
morir. Pero hoy es distinto, hoy la sabiduría popular me ha prejuzgado y me ha colocado el letrero
de fracasado. La rabia me consume por dentro del mismo modo que el cigarro se consume
en mi mano. Arrojo el cigarro a la oscuridad y como una idea de mi vida se
apaga y vuelvo a mirar ese cielo oscuro sin estrellas, inconscientemente coloco
mis manos en la nuca, su contacto frío y húmedo me hacer recordar cosas,
situaciones, momentos; como aquella vez en la que me caí de la bicicleta y me
raspé toda la palma de las manos, mi madre las curó y las besó. ¿Quién curara
las palmas de mis manos después de esta caída? Las miro con rabia, con
frustración, con un odio inmenso. Aprieto los puños hasta clavarme las uñas y
respiro con fuerza casi escupiendo el aire. Y grito, grito con todas mis
fuerzas, como si se me desgarrara el alma por dentro.
Sigo siendo un
niño aún con veinte años, sigo siendo un niño pero ahora peor porque nadie me
tiende una mano para ayudarme. Estúpida vida, estúpido mundo, estúpida crisis,
estúpido de mí. Estoy tan frustrado que podría consumirme en cenizas en
cualquier momento.
En ese momento
toda la energía se agotó, de golpe me vi vacío no me oía ni respirar. Mis manos
caen a ambos lados de mi cuerpo, cualquiera pensaría que esta o drogado o
muerto. Ojala, sería mucho más fácil enfrentar la vida de cualquiera de las dos
formas, aunque en el fondo no sería vivir. Se acerca uno de esos tipos de los
que tu madre siempre te dijo que te mantuvieras alejado. Chasquea los dedos
para llamar mi atención:
v
¡He! ¿Quieres
algo para animarte?
v
¿Perdona?
v
Joder, muchacho
que si quieres algo para subirte el ánimo, ya sabes, para ver la vida de otra
forma.
v
¿Cómo?
Se
sienta a mi lado y con mucho disimulo, me pasa una bolsita con algo blanco en
su interior. Parece tiza, intento verla mejor pero él me lo impide con el
brazo.
v
Es de la mejor
calidad- hace una pasusa y mira alrededor- ¿Sabes de cómo va esto no?
v
La verdad es que
no….
v
Bueno, pues
entonces va a costar unos 100€.
v
¡¿Cómo?!- por
poco me caigo del banco- Yo lo siento pero no tengo tanto dinero- y le devuelvo
la bolsita.
v
Vaya, bueno… si
algún día la necesitas y por supuesto tienes el dinero yo estoy por aquí
Pero
al devolverle la bolsita no puedo evitar fijarme en sus manos flacas,
temblorosas y llenas de venas y sin darme cuenta le pregunto:
v
¿Tú consumes?
v
Pues no, lo que
me faltaba.- suelta una risa seca, triste pero sobretodo amarga.
v
¿Y se gana mucho
con esto?
v
Algunas más que
otras.
Nos quedamos en
silencio y cuando pensé que se largaría para seguir trabajando me suelta:
-
No pienses mal
de mí, yo antes era farmacéutico.
Parecía una
frase tonta, que no tenía nada que ver con la situación. Pero en los tiempos
que corren, y sobre todo en mi situación, comprendí perfectamente a este hombre
de la mala vida. Reí por dentro hasta qué punto hemos llegado que un ex-farmacéutico
ha tenido que vender drogas para sobrevivir. Y él continúa:
v
Tengo esposa y
tres hijos- me mira por primera vez a la cara y puedo ver que es un hombre más
mayor de lo que parece, unos cincuenta y largos.- uno de ellos puede tener tu
edad. Y aunque yo le digo que se mantenga alejado de las drogas, yo he
intentado vendértelas a ti que podrías ser mi hijo.
Veo
como aprieta las manos en sus rodillas y los ojos se le llenan de lágrimas pero
no llora. Si yo le recuerdo a su hijo, él me recuerda a mi padre. Siempre
siendo un hombre, un machote, que nunca llora, con sus manos agrietadas por el
trabajo, nunca lloró y creo que eso fue la culpa de que envejeciera tan rápido.
Llorar no es de cobardes, el auténtico hombre es aquel que no tiene miedo
llorar en los peores momentos de su vida.
v
No se preocupe,
si su hijo es igual de listo que usted no caerá en esa trampa. Además usted no
tiene ninguna culpa, cada uno hace lo que puede para sobrevivir- mientras le
dejen, pensé pero no dije.
v
Ya hijo, yo solo
espero que esto mejore y que salgamos pronto de esta quema, no por mi que ya
soy viejo, sino por ustedes, los jóvenes, mis hijos.
Entonces el
desconocido se levanta me dedica una sonrisa triste.
v
Gracias
v
¿Por qué?
v
Por escucharme,
los tiempos que corren no solo se escasea de dinero sino de buena gente- hace
una pausa comprueba que la mercancía sigue descansando en su bolsillo- Adiós.
v
Adiós y suerte.
v
¡Ah!-y aunque ya
estaba mas lejos dice- ¡No te metas en las drogas chaval!- y se despide con la
mano.
Su figura
oscura se difumina con el resto de la noche oscura sin estrellas. De nuevo
estoy solo, empieza a refrescar, pero aún no he cogido el suficiente coraje
para enfrentarme a la vida. Así que continuo en el banco del parque, con los
ojos cerrados escucho la ciudad, intento identificar todos los sonidos, pueden
pasar horas pero siempre son los mimos; coches, pitas, música, gritos,
borrachos, tacones…. ¿Tacones? Abro los ojos y encuentro la respuesta, dos
prostitutas caminan por el parque, supongo que es en su patrulla habitual. Me
ven y se acercan, la una sonrisa que hubiera encantado a cualquier marinero,
son como sirenas de agua dulce, pensé.
v
Hola guapo-dice
una.
v
Estas muy
aburrido ahí tu solito ¿no?-dice la otra.
Sin esperar respuesta
ambas se sientan conmigo en el banco y me acarician, con manos dulces y
calientes, casi abrasadoras.
v
¿Qué me dices mi
rey?- me susurra una en el oído con voz aterciopelada.
v
Somos 200 € en
la cama.
Y
aunque las caricias y mimos de las señoritas me embobaban en precio hizo que se
me helara la sangre en las venas, carraspeé un poco y dije:
v
Perdonen chicas
pero no tengo tanto dinero.
v
Ambas rápidas
como el pensamiento y frías como el hielo dejan sus caricias y se alejan de mí
un palmo del asiento, me siento mal por si las he ofendido.
v
Disculpadme por
favor no quise parecer grosero pero es la verdad hoy me han dejado sin trabajo
y sin casa, Tengo las manos vacías.
Me
miran, y no veo ni odio ni desprecio en sus miradas ni siquiera indiferencia.
Veo esas mujeres tal y como soy más allá del maquillaje excesivo y las pestañas
postizas, veo su desesperación, su culpa, su orgullo, pero sobre todo su
humildad.
v
No te preocupes
mi amor, no eres la primera ni la ultima victima de la crisis.
v
Y me sonríe,
pero ahora que la veo de cerca esa sonrisa no solo es encantadora sino que es
una sonrisa cansada, vendida, gastada.
Con
suavidad la otra coge mi mano y la acaricia con la ternura de una madre. Sus
manos gastadas de dar cariño a todo tipo de personas, uñas largas, esmalte barato,
anillos de chino. Ahí se veía claro que lo que menos importa son las marcas
porque para mi me parecieron las manos de un ángel.
v
Yo soy Ana y
ella es Tatiana, yo soy de aquí y antes era profesora de primaria pero hace un
año acabé en el paro hace un año y solo hace dos mese que empecé con esto- me
mira con compresión- todos estamos igual de jodido, y no se puede sacar una
familia adelante con el dinero del paro y de la presión de mi madre.
v
Al menos tu tienes
familia aquí- dice la tal Tatiana- Yo dejé Rusia hace 5 años y el único curro
que conseguido es este y con la carrera de empresariales hecha.
v
¿Y a ti que te
pasa?
v
¿A mí?- respiro
hondo, mientras me doy cuenta de lo irónica que es la vida que estoy apunto de
contar mi vida a dos desconocidas- bueno… estoy estudiando en la facultad de
medicina, vengo de un pueblito, trabajo a media jornada, o al menos eso hacía
hasta que me echaran y hoy se vence el alquiler por segunda vez así que me
echarán a la calle. En cuanto a mi familia, el único que queda esta en el
hospital, mi padre que esta en coma, y mi madre, mi madre esta en el cielo.
v
¡Joder! Con
razón dicen que la vida es muy puta-dice Ana.
v
No te preocupes
encanto, en mi país como aquí se dice cuando crees que todo esta mal a partir
de ahora las cosas siempre pueden ir a mejor ¿no?
Y
lloré porque yo no soy un machote como mi padre, y quién me diría a mí que las
manos de unas señoritas de la calle me consolarían de esa forma tan dulce.
Fue
poco el tiempo que lloré pero en mis manos y en las suyas, quedo ese sabor
salado durante el resto de nuestras vidas. Después solo recuerdo caricias de
adiós, ya que tenían que seguir trabando y las manos a lo lejos, esos besos volados
con sabor agridulce.
v
¡Que mujeres-
dije en voz alta sin miedo a que me oyeran porque de nuevo estaba solo en la
oscura noche sin estrellas- que heroínas actuales, espero que la vida les
devuelvan todo ese amor que ellas dan, aunque me da algo de envidia- miro de
nuevo a ese cielo sin estrellas- yo nunca podría encarar la vida con tantos
obstáculos, y aquí tengo el ejemplo, como un sin casa, que en realidad eso es
lo que soy- de nuevo ese sentimiento de frustración me invade- ¿Cómo voy a
salir de este rompecabezas?
Yo continuaba haciendo planes
de posibles suicidios fáciles y rápidos, aunque en el fondo sabía que era
demasiado cobarde como para intentar suicidarme, cuando una mano toco mi
hombro, el susto hizo que el corazón me subiera hasta la garganta.
v
¡Vaya! Parece
que esta noche me han quitado la cama.
Era
un mendigo, uno de esos que están en las salidas del aire de los grandes
almacenes, marcando con su presencia el sistema consumista al que estamos
sometidos. El viejo se sienta a mi lado con una sonrisa limpia y extraña.
Tenía
una mirada cansada de un profundo color entre verde y gris. Y sus manos, bueno
mejor dicho su mano grande y oscurecida reflejaba trabajo y una vida muy larga,
era manco, pensé que podría haber perdido la mano en cualquier pelea de
vagabundos. Estaba siendo muy indiscreto mirándole, y él esperaba el momento en
que le preguntara por la mano inexistente, pero no lo hice:
v
¿Qué haces aquí
muchacho?- preguntó él con mucha confianza, quizás demasiada.
v
¿A ti que te
importa?- el viejo este me esta poniendo de los nervios con esa sonrisa con
algo tan extraño.
v
uuuuuh… parece
que alguien ha olvidado ha olvidado la regla de oro para se feliz.
v
¿Cómo voy a
estar feliz si estoy arruinado?
v
Si, ya he oído
tu historia.
v
¡¿Has estado
escuchando?!- ya el viejo este me esta tocando las narices.
v
Sí, tienes una
mala actitud ¿Sabías?
v
¿A, si?- suelto
con tono sarcástico- ¿Y cómo debería tenerla tal y como estoy?
v
Pensar en
positivo, uno es todo lo feliz que previamente el mismo se ha propuesto serlo.
Fui
a abrir la boca para protestar, pero el viejo tenía razón, mi actitud estos últimos
meses había sido negativa aun cuando estaba bien. Y estuvimos en silencio un
rato y ahora si suelto:
v
¿Qué te paso?-
ahora que estoy mas calmado y he podido fijarme en su sonrisa, y ahora se que
lo extraño de esa sonrisa no es otra cosa que su sinceridad.
v
¿Te refieres a
esto?-levanta el muñón en alto- soy un despistado- sonríe y suelta como si
nada- trabajaba en una fábrica y hubo un accidente, con una excusa me echaron a
la calle y con esto nadie me ha contratado.
v
Lo siento.
v
No lo sientas,
yo no lo hago.
v
¿Y cómo vives?
v
Como ves, de
hecho me siento agradecido.
v
¡¿Agradecido?!
v
La gratitud es
la semilla de la felicidad, desde entonces he encontrado cosas por las que
sentirme agradecido.
v
No entiendo cómo
se puede ser feliz estando en la miseria.
v
Mis pensamientos
son los que me hacen sentirme feliz o desgraciado, no mis circunstancias. Dios
mira las manos limpias no las que están llenas.-volvió a dejarme sin palabras-
por lo tanto no te angusties, muchacho, el cambio esta en nuestras manos, bueno
en mi caso, en mi mano.
v
Pero hay tanto
que cambiar y tanta derrota en mi pasado que me da miedo pensar en lo que esta
por llegar.
v
Recuerda que
cada nuevo día es un nuevo comienzo, una nueva vida.
Cerré
los ojos con fuerza y me imaginé a mi mismo plantándome a la vida con esa
fuerza, si veía la luz al final del túnel y se hacía mas grande, había
esperanza y eso era lo que importaba la luz me invadió y sentí su calor. Abrí
los ojos y ahí estaba, había amanecido, el sol, astro rey apartaba esa noche
sin estrellas de la ciudad y de mi vida, su energía y su calor entraban en mí
como una cascada en un manantial. Miré a mí alrededor y no había nadie. Sonreí
realmente eso ya no importaba. Con renovadas fuerzas me levanté del banco del
parque, y alcé las manos lo mas alto que pude dando la gracias en silencio a
esas cuatro personas, a esas siete manos que me ayudaron tanto a ver lo malo lo
bueno y la perspectiva, a ser de mi mejor persona, ha renacer, hoy empieza mi
nueva vida.